viernes, 2 de diciembre de 2011

● Bestia e Imbécil

Tengo fama de recordar anécdotas y simples viviencias de mi infancia desde muy temprana edad, hasta los detalles que marcaron mi percepción del mundo, como gestos faciales de los protagonistas o los elementos que conformaban la atmósfera del suceso. Aquí presento una de ellas, la cual parece tener un contenido vago, pero lo recuerdo, incluso me río solo cada vez que regresa a mi mente.

Tenía 5 años de edad, era un niño cual fue criado "escondido" de las crueles realidades que el mundo tiene, pues en mi pobre y peligroso barrio del Rímac, todo era felicidad. No buscaba pleitos, no golpeaba, no era egoísta, quizás si era demasiado inocente y por eso mi personalidad demoraba en formarse, mejor dicho, no tenía mucho criterio de las cosas pero las hacía porque así me enseñaron mis padres que debía hacer, como compartir, ser condescendiente, buscar siempre divertirse, era muy amistoso con todos, y a pesar de haber sido siempre de los menores del salón (hasta en el colegio), mis amigos me tenían mucha estima (excepto las niñas mimadas que iban al kinder vestidas como si se fueran a casar, nunca quisieron ser mis amiguitas, y peor si una me gustaba... yo que disimulo tan bien...). Según me contaban era admirado por mis amigos y los profesores por dibujar bastante, sin embargo yo nunca me dí cuenta, yo pensaba que dibujaba como cualquier otro.

En el kinder (acá en Perú se les dice "Nido") había un niño de otro salón que mucho me molestaba, la verdad habían muchísimos niños que me detestaban y siempre querían golpearme y nunca supe por qué (jamás me dejé agredir eso sí), y este niño llamado Andrés eran de los que más tenía en focus porque tenía un temperamento complicado que ya afectaba a todos. Me olvidé mencionar que el kinder se llamaba "Retama", y Andrés se creía el más fuerte de Retama, para él, nadie podía tocarlo, nadie podía desafiarlo, nadie podía hacerle nada, caminaba con su paso a los Terminator empujando a un lado las cosas que encontraba en su camino como si fuera un barco rompehielos en plena Antártida, y el chico impactaba un poco ya que no decía ni media palabra, solamente se acercaba a las multitudes para ver como ellos le temen, miraba fijamente a todos con uno ojos que se pasaban de verdes como si quisieran ser blancos, y el viento que movía su cabello rubio y ondulado. Esa mirada no se le iba de la cara, fija, firme, entrecerrados, y su boca tiesa y sin gesto ni expresión. Tanto me molestaba a mí y a mis amigos que puso mi paciencia demasiado cerca al límite, pero como no era pleitista, nunca super como responderle.

Por esos días, estaba con mis padres en un bus, yendo a nosedónde. Como siempre (hasta estos días) cada vez que viajo en bus, dejo la realidad que acontece dentro del vehículo y me quedo mirando todo por la ventana, hacia el mundo exterior, tratando de adivinar lo que la gente que veo caminando o parada en la vereda pueda pensar. Sin embargo ese día, no necesité adivinar nada de unas tres personas que se decían lo que pensaban a gritos y golpes. Eran dos hombres discutiendo, y una mujer estaba en medio, la verdad no recuerdo de qué lado tenía ella su favor, pero ahí estaba. Y entre tal alboroto, hay un pequeño silencio y uno de los hombres le dice al otro ¡¡BESTIA!! ... En ese momento mi ojos brillaron y me dije en la mente "¡Claro! es una buena palabra que le puedo decir a Andrés si me vuelve a molestar".

No demoró mucho para que el día de la oportunidad se de ya que molestar y hacerse el machito es lo único que Andrés hacía. Estábamos, mis amigos y yo, en un rinconcito donde había arena para jugar y de alguna forma él nos perturbaba la diversión. No recuerdo bien lo que pasó, pero creo que yo hice algo para defendernos, y al momento, las nubes se colocaron de tal forma que un rayo de sol caiga en nuestro espacio, todo alrededor quedó en un peculiar silencio, Andrés estaba a 3 metros de mí (ya que terminaba de molestar a los niños que estaban por ahí) y me mira que yo no dejé de mirarlo, cerré mis puñitos, tomé aire, inflé el pecho, y como nunca en mi corta vida adquirí tal coraje, y mis labios gritaron vocalizadamente (para asegurarme que me entienda): ¡¡¡BESTIA!!! ... Él por primera vez abrió los ojos como nunca los había abierto, sorprendido de lo que dije, y de cólera se acerca a mí con su cara de perro renegón como si fuera a golpearme, pero al ver que no le tuve miedo y que no retrocedí, él se detuvo y simplemente se limitó a decirme: ¡¡¡IMBÉCIL!!!.

Y fue así, como aprendí los insultos "Bestia" e "Imbécil".

Colofón:
El segundo lío que tuve con él, fue el definitivo. En el kinder había una montaña llena de neumáticos de colores, era un paraíso jugar ahí, estaba con dos amigos más, no recuerdo cuales, pero si Sebas no estaba subido en la cima de unas cañas grandes que estaban erguidas en medio del patio, estaba ahí también. Al ratito llegaron 3 niñas de otro salón que también querían jugar en los neumáticos y para eso nos querían echar del lugar, y obviamente, no lo permitimos. Entonces las niñas juntaron las esferas del dragón y sus anillos de los elementos de la naturaleza, e invocaron a Andrés en su rescate, y las tres niñas volvieron con Andrés para que él con su carota tiesa nos eche del lugar. Ahora sí, no recuerdo que sucedió, solo recuerdo que yo quería hacerme a un lado para evitar la lucha, pero él de alguna forma de atrapa, y lo que mi actual memoria me dice, es que de alguna forma hice que Andrés caiga en un hoyo formado de neumáticos que estaba a un lado de la montañita, lo recuerdo pataleando como tortuga con la panza arriba que no se podía levantar, gritando como si el fuego de su frustración le quemara la espalda, y pues el pataleo no era de dolor, o quizás sí, pero a la vez era para que no lo ataque mientras estaba tumbado. Y no lo hice, creo que tuve miedo y me fui, como comentaba, era un niño que no se hacía pleitos con nadie y dada tal circunstancia me asusté, es lo mas problable que haya pasado. Desde ahí, no recuerdo haber tenido un pleito más con Andrés.

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