sábado, 7 de enero de 2012

● Aguacero en el viejo París II (día 1)

Por si acaso, acá está la primera parte: http://artesyhoyos.blogspot.com/2009/09/el-aguacero-del-viejo-paris.html

Bien, desde hace mucho que anuncié hablar del resto de mi efímero y curiosito viaje a París, hace casi dos años. Fueron solo 4 días y en el antiguo post conté solo la mitad del primer día. La otra mitad va masomenos así:

Fue curioso estar en el Palacio de Versalles, ver como el arte estaba hecho solo para los reyes, como si el amor importara menos que antes para los artistas de la época, y es increíble la visión estética que se había, tanto así que si en esa época hubieran inventado los palitos de helado, cada uno tendría un tallado o un adorno o algún diseño sellado, como cada objeto, cada forma, el artista veía un arte escondido el cual tenía que desvelar, cada espacio de una sala un adorno, cada vacío debería tener un diseño, cada diseño un detalle, detalles unidos a más detalles que muestran la esencia del artista, del arquitecto. No pude quedarme mucho tiempo mirando porque los guías nos tenían como borregos marchando.

Salimos del lugar y caminamos hacia la entrada de los jardines... ¡¡ENORME!!, como lugar tan amplio puede estar en medio de una ciudad, casi ni se veían edificios que bordean (que yo recuerde), pero era como si ya no estuviera en París por un momento. No pudimos entrar porque creo que cobraban la entrada y el dinero lo hilábamos finito. Ahora que me acuerdo, en la puerta de los jardines, mi venas aortas estaban retorciéndose de la desesperación, mis tuétanos estaban escarbándome los huesos para salir de la locura, y eso era porque yo me moría por llegar ya al Hotel para usar el baño y llevar a cabo una actividad que comunmente no se hacen en los baños públicos, y eso que no habíamos desayunado así que el hijo de la cena ya había esperado mucho tiempo en el intestino y estaba muy impaciente.


Llegamos al Holyday Inn, al correcto (cuento con que ya haya leído la primera parte), y de llave nos dieron una tarjeta, al comienzo me pareció una idea original el de palanquear los cerrojos com tales tarjetas así como hacen los ladrones, pero luego me dijeron que no era así, sino que tenía que ponerlo en una lectora y que así se abría la puerta (es como hace poco conocí los ascensores sin boton a presión sino con lectora de calor... pero ¿no sería más barato a lo tradicional? ¿o es que quieren lucir que tienen dinero de sobra?). Entré a la habitación, hice primero lo que mencioné que haría y dormimos un rato. Era una habitación con dos camas de una plaza, una para mi hermana y obvio que la otra para mí, sin embargo le dí a ella el privilegio de elegir si queria la que estaba al lado la ventana o la que estaba cerca al baño, y ella eligió la de la ventana, no tenía la mejor vista pero, si uno se asomaba y giraba la cabeza un poquito a la izquierda, se podía ver la famosa torre Eiffel, estaba relativamente cerca, se veía solo la parte de arriba, el resto estaba tapado por un edificio gris horrible, pero no me preocupaba porque, en sí la torre se ve desde todos lados, y lo más importante, que esa misma noche íbamos a subirla.

No me pregunten dónde almorzé porque no recuerdo. ¡Ah! pero ya me acorde de algo importante, y fue que mientras todos dormían, yo decidí salir a caminar un ratito, así que me desarreglé un poco el cabello que lo tenía rozándome los hombros, y salí. El distrito donde estaba el hotel se llama Place de Clichy (será una zona clichera, no lo sé, además luego me informaron que era una zona algo peligrosa, felizmente no lo supe en ese momento), giré a la derecha por la calle empedrada, habían varios bares que no me prestaban la mejor confianza, y en uno ví unos viejitos jugando cachito. Me llamó la atención un parquecito que estaba cerca, con una glorieta muy bonita, no estaba muy lleno de gente, habían francesitos jugando, y por si las moscas haya un choro por ahí, lo pasé caminando rapidito. Es curioso cómo , durante toda mi vida, se me venían canciones a la mente cuyos temas se daban a las circunstancias presentes y sin pensarlas, en ese momento me sonaba en la cabeza "Lobo hombre en París" de La Unión, "Calles del viejo París" de Solera, y el colmo, "París" de la Oreja de Van Gogh la cual detesto, por eso digo que me vienen a la mente sin pensarlas.

No recuerdo como se llama la calle, pero tuve que pasar por un edificio de Loreal hasta una avenidita de veredas empedradas, y como mis Converses rojas no tenían la suela como una Caterpilar, la vereda dañaba mis pies, la verdad fue bien incómodo. Qué curioso, pero hasta ahora no sé por qué hay una farmacia cada dos cuadras, o cada una, sus logos eran una cruz verde de bastones gordos, relamente prefiero no deducir nada al respecto. Siempre que camino por una ciudad desconocida, me aprendo el camino buscando detalles urbanos para usarlas de migas de pan y así recordar el retorno, aunque tampoco fue un camino con mucho recuntecu. La avenidita terminaba en unas autopistas con jardines alrededor, como ya se me hacía valdío el ambiente, no caminé más, dí media vuelta y regresé. En ese paseo ubiqué unos barcitos para ir en otra oportunidad hehehe.

En el siguiente post, hablaré de la azaña de subir la torre Eiffel y les argumentaré mi consejo de nunca comprarle sourvenirs a los ambulantes.

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